Desde hace más de 30 años CARLOS HERNÁNDEZ trabaja con la iconografía de la Etnia Guacarí, pueblo perteneciente a la cultura amazónica Yanomami.
Sobre este tema ha desarrollado una profunda investigación que lo ha convertido en el único artesano venezolano capaz de expresar, la idiosincrasia de esta población indígena, que se caracteriza por tercamente tratar de conservar sus tradiciones.
En este empeño logra una altísima autenticidad.
Esa vocación nació junto a al amor por su esposa, quien trabajaba la artesanía cuando se conocieron, el afirma que: “todo me lo enseño ella, nunca había visto la arcilla y cuando la veía dándole forma al barro, mi artista interno imaginaba miles de figuras”.
En cuanto a Edith, ya no recuerda los años que lleva modelando, pues desde niña su mama le inculco la pasión por el trabajo manual, ella está dedicada a reproducir figuras prehispánicas, madamas de el Callao y diablos danzantes.
Carlos Hernández es un estudioso de la cultura Yanomami, sin haber estado nunca allí. Pero tiene la colección más amplia de libros y fotos de esa cultura. Ha sido tanto instructor de arte aborigen y prehispánico, como de artesanía básica.
Su humilde casa, fue centro de aprendizaje para muchos muchachos del pueblo donde vive: TOCUYITO, y de otras poblaciones del Estado Carabobo.
Claro, eso fue mientras obtuvo ayudas del gobierno para mantener esa escuela gratuita.
El proceso se inicia una vez que se prepara la arcilla, se modela la pieza y se pone a secar de forma natural.
Posteriormente es introducida al horno durante 6 horas, y luego 6 horas más mientras reposa, luego se aplican los demás implementos típicos, dependiendo de la pieza que se desee realizar.
Sus pesebres se han hecho famosos, pues ha sustituido la mula y el buey, por un chigüire y una danta, mientras los reyes magos han sido desplazados por chamanes y el espíritu santo por una guacamaya. Eso los hizo acreedores del Primer Premio del Concurso de Pesebres organizado por el Diario el Carabobeño.
Sus figuras son fidedignas, imitando el característico color rojo, que se obtiene de la “bija”, con el que éstos indígenas pintan sus cuerpos para llevar a cabo sus rituales.
Debido al gran aporte que sus obras entregan a la conservación de la cultura autóctona venezolana, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la ciencia y la Cultura (UNESCO), los han reconocido como Patrimonio Cultural de la Humanidad, otorgándoles credencial que los facultan como coordinadores para el desarrollo artesanal en Carabobo desde el año 2005.
Ese sitial nacional e internacional, ganado a lo largo de su trayectoria, es porque ellos han marcado la diferencia, con la creación de diversas piezas como: figuras prehispánicas, precolombinas, indígenas, andinas, llaneras, sacro religiosas. Ver más en: https://youtu.be/iTnd-QqfO28